Antes de que abriera sus puertas el Mao, en Bilbao era imposible comer un buen sushi. Vino precedido por la calidad de su hermano mayor, el Asia Chic, un restaurante que cuando aterrizó en la calle Ledesma supuso un auténtico caos en cuanto a listas de espera, algo hasta entonces desconocido en el Botxo. Cenar en él supuso un auténtico reto y se llegó a convertir en una verdadera carrera de obstáculos, nunca se reservaba con demasiada antelación o no se acertaba con el día y menos con la mesa. Creo que fue el primer restaurante en Bilbao que causó esa sensación tan neoyorkina de querer estar en una lista de espera y poder cenar por fin en un lugar del que todos hablaban. Luego ya llegarían el Kíkara, Sua, A Table, Mina, etc...
Yo creo que me hice fanática del sushi y del sashimi antes de probarlo, leyendo a Mishima, Murakami y Amélie Nothomb. Pero cuando lo probé tuve la mala suerte de que me encantó. Es mala suerte porque no es fácil encontrar un buen lugar para comerlo. El Mao es un sitio aceptable, pero nada más. Un sitio dónde poder satisfacer el gusanillo del sushi pero aún no tenemos un sitio de categoría dónde poder desgustar un buen sashimi servido sobre hielo picado como en el Zuma de Londres o el Kabuki en Madrid, verdaderos templos asiáticos.
En Bilbao, los restaurantes asiáticos los llevan los chinos, al igual que los restaurantes chinos y algún que otro restaurante de pintxos. Los chinos se están haciendo, poco a poco, con el mercado gastronómico de la city. Si algo se puede destacar de la comunidad china es su profesionalidad. Hasta en sus horas más bajas son auténticos profesionales y no desfallecen.
Este viernes pasado, celebramos una cena de chicas en el Mao. La reserva estaba hecha desde hacía un mes, previendo la víspera de puente, pero aún así nos sorprendió encontrarnos el local a reventar de gente y una gran fila de gente que salía hacia el exterior del local de la calle Íbañez de Bilbao. Cuando conseguimos meter la cabeza por esa estrecha puerta vimos a una eficiente chica que gestionaba, amablemente, teléfono, ordenador, libro de reservas, tarjetas de crédito, cambios, propinas y atención personal. Todo ello sin mover una pestaña, con una sonrisa y sin levantar el tono de voz en ningún momento. En cinco minutos nos acomodaron en nuestra mesa.
Los chinos son geniales!
Al poco llegaron nuestras cervezas Saporo y el sushi moriawase acompañado de jengibre, wasabi y salsa de soja. California sushi, nigiri sushi y maki sushi. Adoro el wasabi, me encanta esa sensación de quemazón de garganta y dar un buen trago de cerveza japonesa. El menú lo completamos con tempura de langostinos, tallarines tepanyaki y se-chuan (no sé cómo se escribe!) de buey. De postre sorbete de fresa y té verde.
Después la noche de Bilbao, que ya apenas la reconozco...