jueves, diciembre 10, 2009

Los chinos son geniales...


Antes de que abriera sus puertas el Mao, en Bilbao era imposible comer un buen sushi. Vino precedido por la calidad de su hermano mayor, el Asia Chic, un restaurante que cuando aterrizó en la calle Ledesma supuso un auténtico caos en cuanto a listas de espera, algo hasta entonces desconocido en el Botxo. Cenar en él supuso un auténtico reto y se llegó a convertir en una verdadera carrera de obstáculos, nunca se reservaba con demasiada antelación o no se acertaba con el día y menos con la mesa. Creo que fue el primer restaurante en Bilbao que causó esa sensación tan neoyorkina de querer estar en una lista de espera y poder cenar por fin en un lugar del que todos hablaban. Luego ya llegarían el Kíkara, Sua, A Table, Mina, etc...
Yo creo que me hice fanática del sushi y del sashimi antes de probarlo, leyendo a Mishima, Murakami y Amélie Nothomb. Pero cuando lo probé tuve la mala suerte de que me encantó. Es mala suerte porque no es fácil encontrar un buen lugar para comerlo. El Mao es un sitio aceptable, pero nada más. Un sitio dónde poder satisfacer el gusanillo del sushi pero aún no tenemos un sitio de categoría dónde poder desgustar un buen sashimi servido sobre hielo picado como en el Zuma de Londres o el Kabuki en Madrid, verdaderos templos asiáticos.
En Bilbao, los restaurantes asiáticos los llevan los chinos, al igual que los restaurantes chinos y algún que otro restaurante de pintxos. Los chinos se están haciendo, poco a poco, con el mercado gastronómico de la city. Si algo se puede destacar de la comunidad china es su profesionalidad. Hasta en sus horas más bajas son auténticos profesionales y no desfallecen.
Este viernes pasado, celebramos una cena de chicas en el Mao. La reserva estaba hecha desde hacía un mes, previendo la víspera de puente, pero aún así nos sorprendió encontrarnos el local a reventar de gente y una gran fila de gente que salía hacia el exterior del local de la calle Íbañez de Bilbao. Cuando conseguimos meter la cabeza por esa estrecha puerta vimos a una eficiente chica que gestionaba, amablemente, teléfono, ordenador, libro de reservas, tarjetas de crédito, cambios, propinas y atención personal. Todo ello sin mover una pestaña, con una sonrisa y sin levantar el tono de voz en ningún momento. En cinco minutos nos acomodaron en nuestra mesa.
Los chinos son geniales!
Al poco llegaron nuestras cervezas Saporo y el sushi moriawase acompañado de jengibre, wasabi y salsa de soja. California sushi, nigiri sushi y maki sushi. Adoro el wasabi, me encanta esa sensación de quemazón de garganta y dar un buen trago de cerveza japonesa. El menú lo completamos con tempura de langostinos, tallarines tepanyaki y se-chuan (no sé cómo se escribe!) de buey. De postre sorbete de fresa y té verde.
Después la noche de Bilbao, que ya apenas la reconozco...

miércoles, diciembre 02, 2009

Soldadito marinero...


"Escogiste a la más guapa y a la menos buena
Sin saber cómo ha venido te ha cogido la tormenta"
(Soldadito marinero. Fito & Fitipaldis)

Siempre que puedo voy a verle, este 21 de diciembre en el BEC, al igual que hace dos años. Este poeta urbano, pequeño, con nariz prominente y demasiado bajito para ser de Bilbao es capaz de convertirse en un gigante con sus letras mundanas. Su txapela característica y sus patillas son el sello de su imagen, que aunque en ocasiones parezca descuidada transmite mucha personalidad. Antes le veía mucho por Madrid, cuando iba. No sé si es porque los de Bilbao vamos a los mismos sitios en una gran ciudad o era casualidad. Pero le solía ver paseando de la mano con su niño por Fuencarral. Aunque también me encontré con Patxi, un viejo compañero de deporte, en medio de la Puerta del Sol, en un puente de diciembre. Así que puede ser cierto lo de que los de Bilbao tenemos imán para encontrarnos.
Ahora, a Fito, le suelo ver subido en un escenario, en un concierto abarrotado de gente o comiendo en ese viejo restaurante de Atxuri que tanto nos gusta, comiendo besugo al horno. Poeta y sibarita...

martes, diciembre 01, 2009

Comienza diciembre...



Hoy me despertó el olor humeante del café y alguna risa ahogada en el pasillo. Hoy me despertaron con besos divertidos y en tono de guasa. Encima de la cama apareció una caja enorme envuelta en papel de regalo dorado y con un lazo de raso negro. En la cocina, un brioche de la Pastelería Suiza y a su lado un bono de fin de semana para tres. Hoy me tiraron de las orejas, también.
Es mi cumpleaños...

jueves, noviembre 26, 2009

Una de lluvia y pintxo...



Desde que vivimos aquí, en este lugar donde la ría dobla la esquina, busco cualquier disculpa para acercarme al Botxo.
Ahora, con el deber de vigilar la casa de mi amiga, se me ha presentado en bandeja la visita cada dos días a mi querido Casco Viejo, a ese lugar del que tanto me costó salir y con el que sueño, casi cada noche, con volver.
Ayer a la tarde nos sorprendió la lluvia, a J. y a mí, saliendo del ático de la calle del Víctor y después de acercarnos a saludar en la perfumería de enfrente se me ocurrió ir al Berton. J., ese ángel, de alas color rosa, que me persigue (o a la que yo persigo) desde hace dieciséis meses ya había merendado, pero la tarde era perfecta para uno de esos zuritos rematados con cerveza negra tan personales del Berton. No para J., que aún no bebe, sino para mí.
La última vez que estuve, hace dos semanas, era domingo, así que ayer me sorprendió ver el local casi vacío, excepto por dos parejas. De los camareros habituales no había ninguno. No estaba el moreno alto tan simpático, ni el moreno alto menos simpático pero más servicial. Ni el moreno delgadito. No había ningún moreno, en definitiva. Una camarera con cara de cansada se acercó para preguntarme qué quería con un airado gesto de cabeza, pero sin mediar palabra. Ni un buenas tardes siquiera. Eso sí, era morena. Pedí un zurito y un pintxo. Se oyó desde mi extremo de la barra el grito de un pintxo de foie!. Así que la camarera no era muda. Desde la cocina asomó una cabeza con gorro blanco. El cocinero. Asiático. Nunca he sabido diferenciar a los autóctonos de esa parte de Asia. Llegó el pintxo y le pasé a J. un trocito de pan. Ella está, en estos momentos, en esa fase en la que el pan es lo mejor del mundo, aunque ya apunta maneras de sibarita. El foie era la mitad de tamaño que hace unos meses y la manzana estaba como hecha a desgana, con prisa. Un toquecito de mermelada de frambuesa, apenas perceptible.

Qué ha pasado con el Berton? Por qué todo lo que es bueno acaba convirtiéndose en mediocre?
Pasamos por la tahona de Jardines a comprar un pan de pasas y nueces, que a pesar de los años, siguen haciendo igual. A veces me asusta que me cambien las cosas, las que yo considero mis cosas.
Creo que me estoy haciendo mayor.....

martes, noviembre 24, 2009

Una despedida temporal...


"Quizá estar vivo sea esto: perseguir instantes que mueren"
(Muriel Barbery)

Sentí el tintineo de las llaves al caer a mi bolsillo mientras nos besábamos. Aspiré con fuerza su perfume, ese aroma tan de ella durante estos últimos años y empecé a notar ya esa sensación de pérdida, de abandono. Ese vacío en el estómago y el vértigo de notar ya su ausencia. Siempre hay cuatro grados menos de temperatura al otro lado del control de pasaportes de un aeropuerto. Siempre hace más frío para el que despide que para el despedido.
Me quedé allí, esperando, en ese espacio gris en el que sólo hay prisas o alegría para el que se va y tristeza para el que se queda. Metí la mano en el bolsillo y toqué las llaves, las llaves de su casa, en la calle del Víctor. Ese ático reformado con tanta ilusión hace apenas dos años, con el propósito de ser un nido en el que cobijar una familia y un futuro.
No estarás huyendo? le había preguntado de camino al aeropuerto. Me asusta pensar que ha tomado el camino fácil, poner tierra de por medio, alejarse del problema y cerrar los ojos.
Me giré para marcharme ya, no la veía desde hace un rato y supuse que estaría esperando en la puerta de embarque. Sonó mi nombre amplificado por el eco y me giré: No estoy huyendo, sólo busco tiempo. Recuerdo esas palabras ahora, tres días después, y ahora sí las entiendo. Pasaré por la casa de la calle del Víctor a regar sus plantas y a recoger el correo, mientras ella persigue instantes, esperando encontrar tiempo.
Ojalá lo encuentre pronto...

martes, julio 28, 2009

A sus pies, a sus órdenes, Boss...


Estaba previsto que comenzara a las 21:30 pero ya casi se demoraba en media hora y Bruce estaba fuera del escenario sacando fotos al público, a ese público ilusionado y expectante que llenaba por completo el aforo de la Catedral. Treinta y seis mil personas. Un ambiente tranquilo, alegre. Sabíamos que iba a merecer la pena y que él siempre comienza tarde sus conciertos. Le gusta caldear el ambiente.

Diez de la noche, se apagan las luces. Aparece de repente y sin previo aviso Nils Lofgren con su acordeón tocando “Desde Santurce a Bilbao”, ya nos habían ganado. Ya estábamos completamente entregados y sale Bruce al escenario junto con el resto de la E Street Band. Todos vistiendo de negro. "Kaixo Bilbao, hemen nago eta pozik" (Hola Bilbao, aquí estamos y estoy feliz). Aplausos, carne de gallina, emoción. Se me llenaron los ojos de lágrimas, me emocionó mucho el verle, tenerle delante, su fuerza, esa vitalidad que sale arrolladora y te empuja removiendo el estómago y las mismas tripas. The ties that bind fue su primera canción, y nos unimos con esos lazos a él. Éramos dos, el público y él con su maravillosa banda.
Fueron tres horas de rock, de canciones cantadas con una fuerza que por momentos pensaba que el arco de San Mamés iba a caer encima nuestro. Dos pantallas gigantes a los lados del escenario permitían ver al Boss de cerca, las gotas de sudor que corrían por su frente, las arrugas de esos espléndidos 59 tacos y esa figura que mantiene igual que a los 20, aunque con la cintura más ancha. Una pantalla detrás del escenario con imágenes de su nuevo disco, del concierto, de su banda, de nosotros, de él. Nos emborrachamos de esa voz con aroma de bourbon, adrenalina corriendo por las venas, el corazón latiendo fuerte, con prisa. Borrachos de Born to Run, coreando a pleno pulmón, casi gritando, creo que los 36 mil a la vez, y creo que hasta acompasados. Carteles con títulos de canciones bailando con ritmo, pulseras rosas en las muñecas que confirmaban que había derecho de estar ahí, al lado del Boss, que merece la pena hacer las colas que haga falta pues las esperas son merecidas, el calor sofocante y cualquier otra penuria con tal de estar a su lado y de tocarle. Fueron tres horas, siempre da más de lo que recibe. Es tremendamente generoso. Cada euro que pagas por una entrada, él te lo devuelve con creces. El domingo en la Catedral fue mágico, alguien lo describió como apoteósico. Puede ser, pero ese tío mueve mareas con su voz y su fuerza y hace que 36 mil personas, la mayoría de Bilbao y muchos del mismo centro de Bilbao, coreen Santa Claus is coming to town en pleno mes de julio y en un día en que las máximas rozaron los cuarenta grados. Y, además, nos dejemos invadir por el espíritu navideño. Además. La despedida fue dolorosa porque una vez que entras en esa vorágine de fuerza arrolladora quieres más, a pesar de estar exhausto, a pesar de oirle a Bruce decir “No más, no más”.

Pasada ya la una de la madrugada desalojamos la Catedral. Salí todavía emocionada y feliz de asistir a esa noche tan mágica, con un nudo en el estómago, en la cabeza retumbando los acordes irlandeses de The promised land y hasta con las bragas flojas. Aún hoy suena en mi cabeza, como ayer al despertarme, su música, su fuego. Entiendo como nunca porque le llaman The Boss, y puedo decir ahora, casi dos días después de estar allí, que nunca lo olvidaré. Dentro de unos años me volveré a emocionar al recordar que yo estuve allí….

lunes, junio 22, 2009

Primer domingo de verano...

Despertó el día con un sol espléndido, aún con esa bruma cargada de sal y nubes blancas de algodón. Los rayos de sol inundaban la blanca cocina mientras desayunábamos juntos, esa pequeña alegría que sólo ocurre dos veces a la semana.
Después comenzó la actividad, el frenesí. Habíamos pasado el sábado entero con las compras, los preparativos y esa ilusión de empezar las fiestas de San Juan con una comida en casa. A las once empezó a llegar la gente, con alegría y cargados con sillas, botellas y helados. La terraza se llenó de voces, de risas, de sonrisas lanzadas al aire, de pechos hinchados llenándose del aroma de las flores de magnolio que perfuma desde hace días el salón.
El mantel lo pusieron los hombres, al igual que la mesa. Las mujeres charlábamos atropelladamente, sobre el moreno del anuncio de Schweppes, el que sale con Nicole. Sobre los niños o, bien bajito, sobre nuestras parejas.
Me gusta recibir en casa, me gusta esa sensación de poco espacio, de bullicio, de encuentros en la cocina, de baños ocupados, de risas en el pasillo y de charlas junto al fregadero.
La paella hecha con tanto mimo, con tantas manos y con tanta vigilancia, que al final quedó salada.
El helado medio derretido porque no entraba en el congelador.
El vino fresquito, blanco, ansioso. Las cafeteras rebosantes, el tintineo de los hielos, los bombones con alma de cacao y esa planta bananera, disfrazada de regalo, que tanto tiempo llevaba buscando.
La tertulia hasta el atardecer, con una merienda improvisada con sobras y un poco de imaginación.
El sonido de la música del concierto, allí, tras la colina, dónde se posa el sol.
Embriagados de luz, de sol, de azahar y de jazmín dimos la bienvenida al verano.

miércoles, mayo 27, 2009

Rompemos relaciones...

"Para qué sirven los versos si no es para esa
noche
en que un
puñal amargo nos averigua, para ese
día,
para ese crepúsculo, para
ese rincón roto

donde el golpeado corazón del hombre se dispone a
morir?"

(Neruda)

Tu sangre, y no la del toro, atrae a multitudes. Tachado de loco suicida por muchos. Encumbrado por la crítica. El verdadero toreo, la grandeza del arte de matar. La valentía, el arrojo. No hay miedo. No hay dolor. El morbo de ver si en una de esas corridas a vida o muerte, es el toro el invencible. Si es la espada la que entra en tu pecho o si el asta mata al toro. Sangre.
Pero no hay nada tan prosaico, tan eterno, tan grande ni tan noble....

«Bilbao no debe de tratar ni con chamarileros, ni con vendedores de feria. Vista Alegre es una plaza de toros seria. Desde que iniciamos las negociaciones en noviembre hasta el pasado fin de semana ha llovido mucho. Es tiempo más que suficiente para cansarse. Todo han sido exigencias y condicionantes por parte del matador: los toros, los toreros que completarían el paseíllo, las fechas, los honorarios, la televisión. En cualquier otro sitio le hubieran mandado a hacer puñetas rápidamente. Para nosotros, su contratación era vital pero, insisto, las diferencias económicas han sido insalvables». (Luis Díaz de Lezana, presidente de la Comisión Taurina de Vista Alegre)

jueves, mayo 21, 2009

Primero la verdad que la paz...


“¡Oh mi Bilbao, mi Bilbao,
mi dulce pasado!, ¿no eres
tú acaso toda la eternidad de mi
porvenir?"
(Unamuno)
Al Rectorado, en la calle Libreros, se llega una vez encontrada la famosa y sospechosa rana en la fachada de la Universidad. Hay un timbre, que sólo se puede tocar cinco minutos antes de cada fracción de media hora. Se abre el enorme portón de madera y una señora, que bien podría ser la tía Tula, explica muy bajito las normas y las instrucciones. El portón se cierra de nuevo y reabre exactamente a y treinta o a en punto. Fuimos afortunados o madrugadores y la visita la hicimos sólo nosotros, con la tía Tula. Me quedaba pendiente ver su casa, la casa dónde vivió y, aunque murió en otra, dónde están sus cosas, sus pertenencias, sus libros, su cama de hierro. Aquella vieja maleta con la que un día salió de Bilbao a Madrid, para estudiar. Su toga de rector, su baraja de cartas. Sus pajaritas de papiroflexia. Su alma.
Tula, que la imagino también soltera, hablaba con devoción, admiración, vocación y emoción de él. Recitaba los nombres de sus nueve hijos, de su amada esposa. Esperaba paciente y callada a que avanzáramos en aquél lugar en el que hubiéramos pasado una semana si nos hubiesen dejado.
Su biblioteca con los libros que leía, en catorce idiomas, y los que le habían dedicado sus amigos. Primeras ediciones. Libros salvados tantas veces que se notaba, aún a través del cristal, el dolor en sus páginas amarillas. Fotografías de Él, de su familia, de Bilbao, del Cántabrico. Cómo no tener morriña en aquél pasillo, sobre esas escaleras o a través de esas ventanas.
Se me llenaban los ojos de lágrimas al oir a Tula. Esa pasión camuflada de profesionalidad la delataba a cada paso por aquella casa. No sé si fue fruto de nuestras confidencias sobre que antes vivíamos junto a la calle Ronda, dónde él nació, y sobre nuestros paseos por El Paseo de los Caños lleno de tilos. O fue fruto del tremendo poder que ejerce sobre los adultos nuestra tercer miembro de la familia, pero Tula nos enseñó la zona no incluída en la visita. La zona cerrada a los visitantes, que es dónde los estudiosos de Unamuno trabajan cada día. Menos personal e íntima que el Rectorado, era en su momento la verdadera casa, la que cobijaba la cocina, las habitaciones de los hijos. Ahora eran oficinas, con fotocopiadoras, libros, carpetas y mesas.
Nos despedimos de Tula, la media hora había pasado. Es amable. Quizás volvamos.
Al salir de la casa, un fogonazo de ese color ocre que tiene la piedra en Salamanca. Esa piedra que recuerda a Florencia o Siena, que hace parpadear y que, irremediablemente, hace añorar el mar...

martes, abril 21, 2009

Asador Ripa...



El Ripa, en el muelle de Ripa, es uno de esos sitios míticos del Botxo. Uno de esos lugares a los que volver cuando se busca un respiro de las espumas, los risottos y los platos deconstruidos. Junto con El Kerren, otro asador mítico, creo que es de esos pocos restaurantes en los que el recuerdo no supera al presente.

Decorado de manera humilde, de estilo marinero, sigue conservando ese sabor de la vieja villa, cuando aún no era cosmopolita ni había turistas. Una mesa con mantel de cuadros, paredes de madera y una carta de dos hojas nada más, con el "fuera de carta" cantado por la voz de la camarera. Un lugar sin maitre. Sin sumiller.

Sota, caballo y rey.

Gambas de huelva, besugo y txuletón. A la brasa. Todo ello regado con un Dominio de Valdepusa Syrah 2002 del Marqués de Griñón, al que le tuvieron que quitar el polvo a la botella.
De postre suflé de chocolate e Idiázabal con membrillo.

Afortunadamente, aún no aparece en las guías y tan sólo había dos mesas más ocupadas.
Cien por cien recomendable. Cien por cien genuino y auténtico.

miércoles, abril 08, 2009

Maldita primavera...



Sucede que me pierdo en las estaciones.

Me pierdo en esa hora que lleva prisa, robada a traición durante el amanecer, y que hace volver locos a los relojes.

Me pierdo en los espejos empañados, en el óxido de las espadas y en ese color morado, casi negro, de los tulipanes.

Sucede que me marea el intenso olor del azahar y de las flores de almendro.

Tengo vértigo de esas nubes que corren en un cielo engañoso, y flaqueo delante de la hierba recién cortada en los parques.

La primavera me mata.

Me agota esta astenia primaveral, a la que antes, de jovencita, le llamaban “amor” y no recetaban vitaminas…

miércoles, marzo 18, 2009

Feliz día...

Tengo el recuerdo borroso de unas zapatillas de cuadros entre nebulosas de humo de Ducados.
Unas poesías rimadas sin prisa, en las tardes, cuando caían los versos sobre los tomates del huerto.
Sus dibujos a carboncillo.
El estanque que un día lo llenó de nenúfares y más tarde de ranas.
Los pastelillos que hacía mi madre para desayunar con chocolate caliente.
Las carolinas del mediodía, en la bandeja de pasteles.
Tengo el recuerdo de sus ojos verdes enmarcados en aquél mar de pestañas que los cobijaba.
Su voz que aún, cerrando los ojos por las noches, la oigo.
Feliz día.
Feliz día para todos los padres, en especial para el que vuelvo a tener en casa, aunque no sea el mío.

lunes, marzo 16, 2009

Aire libre...


Si, como dice el bolero, veinte años no es nada, qué o cuánto son treinta años?. Hoy, a las siete y media de la tarde en la biblioteca de Bidebarrieta. Treinta años de su muerte. Me hubiera gustado conocerle, pasear con él y mirar escaparates juntos. Vendrá alguien detrás de estas palabras a decir que fue un triste. Pero acaso no hay que ser triste e incluso un poco moñas para escribir poemas que derritan el alma?, acaso no hay que irse a Madrid, en ocasiones, para llorar Bilbao?. No se quedaba pequeño el vate, Neruda, cuando escribía sobre Chile o sobre Matilde?. Pues eso...
Un brindis por Blas, que sonreía de lejos a los árboles y escupía sobre los curas...
Si algo me gusta, es vivir.
Ver mi cuerpo en la calle,
hablar contigo como un camarada,
mirar escaparates
y, sobre todo, sonreír de lejos
a los árboles...
También me gustan los camiones grises
y muchísimo más los elefantes.
Besar tus pechos,
echarme en tu regazo y despeinarte,
tragar agua de mar como cerveza
amarga, espumeante.
Todo lo que sea salir
de casa, estornudar de tarde en tarde,
escupir contra el cielo de los tundras
y las medallas de los similares,
salir
de esta espaciosa y triste cárcel,
aligerar los ríos y los soles,
salir, salir al aire libre, al aire.
(Aire libre, Blas de Otero)

jueves, marzo 12, 2009

Blanco...


Era el maestro de mi maestro, en realidad. No daba clases a alumnos nuevos, salvo excepciones. Durante un verano yo fui una de esas excepciones. Su casa, en Colón de Larreátegui, tenía un aire muy francés. El salón de atmósfera pesada y absorbente, las flores naturales, la ventana abierta al ruido de la calle. La sala de armas, clásica, enmoquetada. Con chimenea, espejos y armero. Un pequeño aseo, con ducha, hacía las veces de vestidor. Sus normas, estrictas. Chaquetilla blanca impoluta y guante limpio. Corregíamos posturas, día tras día. Espalda, brazo y piernas. La guardia como principio, como base. Muy clásica. Muy francesa. Muy baja de piernas. Muy alta de brazo. La técnica venía después, según él. Golpe recto, uno, dos. Fondo. Marchar y romper continuamente, hasta la extenuación. Hasta la perfección. Tenía la sensación de encontrarme en clases de baile, en lugar de con un arma en la mano. En ocasiones, el maestro, organizaba combates entre alumnos. Sólo daba las órdenes: en garde, pré, alé, alto, adelante. Pero nunca arbitraba. Código de honor, nada más. A la vieja usanza, como los verdaderos duelistas. Después de salir de allí solía ir al club. Mantenía las posturas clásicas y mi maestro sonreía, orgulloso. Los combates arbitrados y enchufados. La luz roja o verde marcaba el tocado, sin dejar lugar al honor, a declararse tocado o touché. Los arrestos que aplaudía mi maestro eran continuamente corregidos por el suyo. Demasiado moderno, solía decirme.
Hace poco me enteré de su muerte.
Le lloré. Siempre fue especial.

lunes, marzo 09, 2009

Rojo...

"De todos los lugares del pasado la memoria prefiere,
en ese amanecer o en esa noche, el rincón donde viven
los antiguos, inútiles futuros,y me levanto de la mesa
de los buenos amigos para abrazarme a lo que ya no existe,
para darle la mano a los remordimientos,
para cruzar por las conversaciones donde se habla de mí,
de la parte más negra del infierno que soy,
de las mentiras de mi nombre, de mi violencia
y mis asesinatos."
(Luis García Montero)


Le llaman El rojo en el pueblo. Tiene apellido judío aunque él jura que por sus venas corre sangre pirata. De los piratas que desembarcaron un día en la playa de Ispaster y violaron a sus mujeres. Así que es una mezcla de judío y pirata. No tiene padre, nunca lo tuvo. Tiene una edad incierta, es delgado, muy blanco, con gafas redondas y perilla de judío. Moreno de pelo y vegetariano. Aunque yo le he visto mordisqueando un fuet, sentado en el banco de madera que hay frente al cine nuevo, mientras su compañera sentimental no le veía. No tiene muchos amigos, pero es de conversación fácil.
Conozco al rojo desde finales de los ochenta. Muchos años atrás, durante una noche de sábado él junto con otro vecino del pueblo y un trabuco de un antepasado suyo, probablemente pirata, robaron la BBK de Ibarrangelu. Se llevaron todo el dinero que encontraron y El rojo lo escondió en su casa. Después, el destino, el transcurso de la investigación y un chivatazo hicieron que en pocos días El rojo y su compinche fueran detenidos. El dinero apareció íntegro escondido debajo de un colchón y el trabuco guardado en el camarote de la vivienda. Todo muy previsible.
Durante el juicio, El rojo confesó que había actuado con la idea de pertenecer a E.T.A y el robo de aquél banco sólo era su pase de entrada a la organización. La banda armada jamás asumió aquél acto pero El rojo pasó de ser juzgado como un preso común a ser juzgado y procesado como un preso político. Los años posteriores llegaron con nombres de cárceles diferentes cada cierto tiempo, por motivos de seguridad. Su compañera sentimental se recorrió cada una de ellas y, mientras, en el pueblo no se podía evitar alguna risa cuando alguien nombraba al rojo.
De aquellos años nunca le he oído hablar. La única referencia que hace de ellos es que, durante unas largas vacaciones, se leyó El sellor de los anillos y De parte de la princesa muerta una y otra vez, a modo de terapia. Suele estar en el bar El Zulo, tomando Coca-Cola light, no bebe alcohol, dando mitines desfasados y anacrónicos que, en su día, le valieron el mote de El rojo.
Junto con su compañera sentimental montó una tienda de máquinas de videojuegos y golosinas, en el local del antiguo supermercado, enfrente de la estación de autobuses. Cuando viene a Bilbao le gusta comer en el Iruña y siempre pide huevos revueltos. Y, detrás de las rocas, cuando no es verano, le puedes encontrar leyendo. Siempre el libro más grueso de la librería y, casi siempre, en su mano un bocadillo de chorizo de Salamanca. El mejor chorizo vegetariano del mundo entero...

jueves, marzo 05, 2009

Azul...

"En la boca del lobo estamos solos
y entre sus dientes
ya sabes lo que se siente
tan gastado como el viejo terciopelo
arrugado y olvidado en el fondo del ropero."
(Ariel Rot)
A veces, algunas veces, recuerdo aquellos días en los que comíamos castañas asadas sentados en el muelle de los frailes.
Aquellos días de verano, emborrachados de sol, cuando al atardecer atracábamos cerca de San Nicolás, entre Isuntza y Carraspio.
Tú pescabas barbarines con arpón.
(Pobres!).
Yo soñaba con pasar una noche en la isla.
(Pobre!)
A ratos, algunos ratos, recuerdo aquellas noches junto al faro de Santa Catalina.
Los amaneceres en el viejo aserradero.
Los días de gansos.
Los sábados de txoko.
Las mañanas de domingo con café y bollo de mantequilla.
A veces, algunas veces, pasado ya el tiempo, me acuerdo de muchas cosas.
Me siguen doliendo.
Recuerdo sobre todo el querer olvidar.
(Pobre!)

viernes, febrero 27, 2009

Bruce again...


Estadio San Mamés
Bilbao
Domingo 26 de Julio de 2009

Sí,
Sí!
Sí!!!!!!!!!!!

Son mías!!

lunes, febrero 23, 2009

Doble perspectiva...


Aún no había cortinas en esa ventana cuando comencé a verle pasar.
Los fines de semana, al despertar, subíamos la persiana y, desde la cama, veíamos los árboles y el camino.
Era otoño y las hojas poco a poco iban dejando desnudos esos árboles que habían sido tan frondosos apenas hacía un mes.
Desde el principio reparé en él.
Ese camino es muy poco transitado y lleva directamente a un caserío desvencijado, al que le faltan tejas y al que le sobra maleza en el jardín.
Él iba en bicicleta, una BH de los años setenta, llena de óxido. Abrió la verja del caserío y entró. Así, fueron sucediendo los fines de semana.
Todos los sábados y domingos, mientras me desperezaba calentita en mi cama, le veía pasar por el camino en su bicicleta.
Después llegaron las cortinas, pero livianas para poder seguir viendo los árboles, el camino y al hombre de la bicicleta.
Llegó la primavera y los árboles comenzaron a llenarse de hojas, y los almendros de flores.
Su caserío seguía igual de viejo pero en el jardín la vida renacía.
Un día subí por el camino y me acerqué a la verja. “Cuidado con el perro” rezaba un cartel atado con una cuerda a la verja. El perro comenzó a ladrar, no le llegué a ver pero sonaba amenazante. Es todo lo que pude ver, el cartel, ni siquiera se veía el caserío desde el camino.
Había mejor perspectiva desde mi cama que desde la verja. Poco a poco, la primavera dio paso al verano, a las cerezas de su huerto, a los higos de esas higueras que se incorporaban hacia el camino y que un día me llamaban a gritos pidiendo ser salvados.
Los higos siempre me recordarán a mi padre.
Algunos días un coche aparca en el camino, alguien se baja y entra en el caserío. Algún amigo. Pero el hombre siempre va y vuelve en su bicicleta oxidada. Una mañana de hace unos días, paseando por el boulevard que da nombre a mi calle, de frente vi venir una bicicleta, una BH de los años setenta, llena de óxido. Subida en ella un hombre canoso, de unos setenta años. Ágil, con una cara amable surcada de arrugas. Al llegar a mi altura pude ver que llevaba un sonotone en la oreja derecha. Una sonrisa sincera iluminó su cara y un hola divertido salió de sus labios. Le devolví la sonrisa y me quedé con las ganas de preguntarle qué perspectiva es la que hay desde su huerto. Desde ese huerto que yo tan sólo intuyo e imagino. Con ganas de preguntarle si sabe que soy yo la que, en algunos días de septiembre, le robo los higos que asoman al camino.

martes, febrero 17, 2009

El otro Murakami...



Hay otro Murakami, además del que nos enamoró con Norwegian Wood. Se llama Takashi y también es japonés.

Dicen de él que es el nuevo Andy Warhol.
Es un tipo curioso, estudió bellas artes , formándose en la disciplina más clásica japonesa, pero su arte surgió en la generación Neo-pop, tras el pinchazo de la burbuja económica de Japón a finales de los ochenta. Incorpora en su obra elementos de la cultura popular contemporánea de su país en forma de animación y manga, así como iconos budistas o rollos de pinturas del siglo XII y pintura zen.
El concepto de su obra es que el arte es parte de la economía, por lo tanto llega al arte más elevado y a la cultura popular, interrelacionando una y otra.

El artista es célebre por forjar un nuevo modelo empresarial basado en la transformación de estrategias de mercado. Dice que la idea la sacó de Giorgio Armani, que piensa sus diseños y sus sastres confeccionan los modelos.

Así, Murakami, creó su corporación internacional, Kaikai Kiki Co., Ltd., con sede en Tokyo y Nueva York. Entre todas las diferentes actividades que llevan a cabo, destacan la fabricación en masa de productos de merchandising, la producción de filmes de animación manga o la ilustración de los bolsos realizados por Marc Jacobs para una colaboración con Louis Vuitton.

©Murakami es la retrospectiva más amplia dedicada a este artista hasta la fecha y la podemos visitar, desde hoy, en el Guggenheim.

jueves, febrero 12, 2009

Desde mi ventana...



Esta es una tierra dura.
De inviernos largos y veranos dibujados.
Pero a través de la niebla, la lluvia y esa humedad constante, la tierra, en ocasiones, nos regala una sonrisa de colores.
Solamente hay que estar atento...

martes, febrero 10, 2009

Beltz the Black...



Beltz The Black es el restaurante que está alojado en el Gran Hotel Domine Bilbao, uno de los últimos cinco estrellas del nuevo Bilbao y que fue diseñado por Javier Mariscal.

Habíamos estado más de una noche en el Splash & Crash, el bar de copas del hotel, tomando algún que otro cocktail pero nunca nos habíamos animado a ir a comer al restaurante, a pesar de las buenas críticas que teníamos de él.

Elegimos el menú degustación Black, aunque cambiamos el vino, ya que el menú incluye un maridaje que a mi Olivier no le gustó nada.

El menú fue más corto de lo que imaginábamos.

El jefe de sala es un tipo estirado y afectado. Con prisa. Quiere parecer tan exquisito que queda forzado y gracioso. Faltaba naturalidad y humildad, sobraba presunción y soberbia.

Sólo había tres mesas ocupadas. La crisis, que no perdona. Una de ellas con dos parejas maduras, la segunda con ella, él, el niño y los padres de él. Tomaban el menú que iban a servir en la boda. Una boda de noche y con demasiados platos. Quizás si hubiese habido más gente no me hubiese enterado de más de lo que quería saber, aunque lo dudo...mandaba la madre de él, y mucho...

Volviendo al menú decir que yo me esperaba más. Últimamente siempre me espero más de los sitios a los que les precede la fama y ya sólo me asombran los descubiertos por casualidad..
Para mi gusto las temperaturas tienen demasiado contraste. Después de un canelón frío de tomate, una ostra helada y después un arroz caldoso con manitas de cerdo.
No debería ser más gradual el cambio?.

miércoles, febrero 04, 2009

Hay un nombre que lleva tu calle...

"Hay una calle que lleva tu nombre
en la ciudad del viento
después de tanto tiempo
me harté de esperarte
y se cayó el letrero."
(Quique González)

Hay una calle en el viejo Bilbao, que tiene nombre de iglesia o de mujer o de verbo. Nace en la Plaza de la Encarnación, donde se encuentra la iglesia de la Encarnación (la de la foto, vestida de gala para un concierto) y muere en la calle Atxuri. Se llama Encarnación. Poco misterio para tanta sorpresa.

Es una calle vieja, con solera. Con tendederos de ropa en las ventanas y sábanas flotando al viento. Con geranios emborrachados de rosa fucsia y molinillos de viento danzando al compás en los tiestos. Es una calle ruidosa. Vivida. Peatonal. Con edificios restaurados, los más afortunados, y pintados en tonos alegres. Con miradores de hierro. Con banderas piratas ondeando en los balcones. Con ríos subterráneos, afluentes del Nervión, durmiendo en su interior y respirando muy suavecito. Aunque eso pocos lo saben.

Somos muchos los que hemos vivido en esa calle. Cuando todo era lujo en el resto del Botxo, cuando el Casco Viejo se puso de moda para esa gente que antes no daba un paso que fuera más allá de la Plaza Circular y que sólo se acercaban al Arenal en la feria del Libro, no quedaba otra zona en la que comprar piso que Bilbao la Vieja o Atxuri.

Yo me fui a Atxuri. Me compré el piso más bohemio y más bonito del mundo entero, en uno de los edificios más viejos del mundo entero, también.

En los primeros días me encontré con I., uno de los hijos del Miren Itziar (ése donde suele ir a comer Fito sin sus Fitipaldis). Nos hicimos amigos. Alguna noche le iba a ver actuar al Key, en la calle del Cristo. Él decía que éramos los más modernos del barrio y a mi me gustaba oirlo. Todas las mañanas tomaba un café en el Floren, una taberna pintoresca que tenía como especialidad la "clientela variada". Es un barrio fácil, de vida fácil. Con panaderías que cierran tarde y gente sentada en la calle, al sol.

La luna aparece todas las noches y en agosto se ven los fuegos artificiales desde la ventana. La han incluído como visita turística guiada y a mi me gusta pensar que, aunque ya haya vendido aquella que fue mi casa, siempre seré la "chica atxuri".

lunes, febrero 02, 2009

Louis en el Botxo...

Una ciudad no llega a ser del todo glamourosa y cosmopolita hasta que Louis Vuitton decide abrir una de sus tiendas en ella.
Eso, al menos, cuenta una leyenda parisina.
Durante meses pudimos ver, en uno de los más bellos edificios de la Gran Vía bilbaína, las tapias, empapeladas con las colecciones de la firma, que ocultaban el gran secreto.
El lugar elegido también es muy significativo, pues antes allí había un Burger King...
La tienda, que intenta ser una fiel copia de la ubicada en los Campos Elíseos, está decorada con mármol, piedra y maderas nobles. En la entrada, a modo de felpudo, las letras en oro de Louis Vuitton nos invitan a entrar en un lugar lleno de lujo y glamour.
Nadie se resiste a esta firma. Plagiada hasta la saciedad y buscada como ninguna en otra en los mercados negros, su imagen siempre estará relacionada con los viajes, el lujo y el arte. Por eso mismo, y por esas mismas razones el Botxo fue una de las ciudades elegidas para abrir una de sus maravillosas tiendas.
Para mi era una de las firmas más clásicas de la moda hasta que en el 97 contrataron como director artístico a uno de mis diseñadores favoritos, quizás el más favorito, Marc Jacobs. Fue llegar él y comenzar a despertar de su aletargamiento.
Los archiconocidos bolsos y maletas marrones con el logotipo de la firma en camel, comenzaron a aparecer con rosas rojas, con flecos o con botones. Abrieron tiendas en Japón, los pobres japoneses lo agradecieron en el alma pues les pillaba más cerca que París. Hasta sedujeron a Coppola para que posara para una de sus campañas, e incluso acaban de contratar a la rebeldísima Madonna como musa de la firma.
Así que soy feliz, Vuitton abre en Bilbao y casi a la vez Jacobs abre su primera tienda en España...
Aunque viajar me encanta también me gusta que, en ocasiones, me pongan las cosas fáciles..

jueves, enero 29, 2009

El aceite de la vida....


En Donosti, en la Calle del Puerto, está Oliviers & Co. Una franquicia francesa de lo más exquisita y que no podemos encontrar en ningún otro lugar de España.
Aceites italianos, de oliva siciliana, griegos de la maravillosa oliva de Kalamata, además de franceses, croatas, turcos y algún marroquí. Con una cucharita de plástico se puede catar cada especialidad antes de decidirse.
Acetos balsámicos tan espesos que parecen miel, vinagres de orégano, de higos...
Tapenades de oliva negra, verde, de pistacho...
Tomates italianos deshidratados en aceite de oliva..
Galletas
Utensilios de cocina de madera de olivo.
Su dueño es un tipo tranquilo, amable y que, a pesar de su nombre vasco, es francés.
Allí también se puede encontrar cosméticos biológicos y ecológicos cuyo ingrediente base es el aceite de oliva.
Una tienda muy recomendable a la que hacer una visita después de los pintxos y antes del café junto al mar...
Edito con una pena infinita pues me han informado de que la tienda Oliviers & Co ha cerrado....
Nunca fue más cierto lo de "Siempre nos quedará París"...

lunes, enero 26, 2009

Érase un hombre al acordeón...

Nunca me hubiera fijado en ellos en otro lugar que no fuera ése. Son rumanos. Él es moreno, ojos oscuros y mirada dispersa. Ella lleva el pelo rubio de ese tono amarillo oxigenado que se encuentra en la tercera balda de la sección de higiene de un supermercado cualquiera. Vinieron a Bilbao hace unos años. Ella trabaja en el servicio doméstico, con una señora que la trata bien y le ayuda mucho. Habla bastante bien castellano. Él apenas balbucea cuatro palabras. No tiene trabajo. Toca el acordeón en las bocas de metro o en las puertas de algunos comercios. Siempre lleva una gorra azul marino bien calada, tapándole los ojos.
Durante cincuenta y cuatro días, dos veces al día, coincidí con ellos en la puerta de una UVI, esperando para entrar. Duraba más la espera que la visita. Así fue como ella y yo comenzamos a hablar. Su hijo de veinte años había caído por el hueco de un ascensor en la obra del edificio en el que trabajaba. No tenía papeles y le habían registrado en ese hospital con otro nombre, el de un compañero suyo que sí tenía papeles. Estaba en coma, no se sabía si se iba a salvar. Ella quería justicia, quería que la empresa que le había dado el trabajo a su hijo, la empresa que cada día le explotaba durante diez horas por un mísero sueldo, al menos, se responsabilizara de la desgracia.
Cada día, durante esos cincuenta y cuatro días, hablábamos. A veces me contaba cosas de su pueblo en Rumanía. No recuerdo el nombre, recuerdo que era feo y que no había trabajo. Su sueño era España y en cuanto pudieron se vinieron para aquí. Una hermana suya había venido a Bilbao y aquí aterrizaron ellos también. También me contó que su hijo, ese mismo que estaba en coma, había encontrado nada más llegar aquí una moneda enterrada en un monte y le gustaba soñar que era una moneda muy valiosa, que algún día la vendería y se convertirían en millonarios.
Ella, durante aquellos días, llevó esa moneda a un joyero para que le hicieran una cadena y regalársela a su hijo cuando despertara. A veces, me hablaba del destino. Ella creía en él, y pensaba que, a pesar de todo, algo bueno les estaba esperando.
Él, mientras, también empezó a tocar el acordeón a la puerta de ese hospital.
Un día, y de manera abrupta, nos dejamos de ver. Yo dejé de ir dos veces al día a esperar delante de aquella fría puerta.
Les perdí la pista, aunque no les olvidé. A él le veía casi cada día, [probablemente hubiera estado siempre] en la boca de metro del Casco Viejo, en la Gran Vía, en Indautxu, en el Corte Inglés, en la Ribera. Cada día lo veía, y cada día lo esquivaba. Bajaba la vista cuando pasaba a su altura. Miraba al suelo o a su tarrina vacía de margarina en la que siempre había unas pocas monedas. Nunca he sabido muy bien por qué lo hacía, por qué le esquivaba, era una mezcla de vergüenza, de no querer hablar de mí, o de no querer esforzarme en hablar de él. Irremediablemente él, siempre, me recuerda aquellos días. Aquella puerta. Aquella UVI.
Unos meses después, un domingo, leí en un periódico su historia. Ella lo consiguió. Alguien la escuchó y contaron la verdad. Su hijo había logrado despertar aunque con graves secuelas. Estaba en el Hospital de Gorliz. Publicaron también una foto de los dos, de ella con su hijo. Me entraron ganas de salir corriendo hacia allí y volver a hablar con ella, de abrazarla incluso. Pero entonces le recordé a él y a su acordeón.
Ahora sí que ya les había olvidado. Han pasado ya tres años y nosotros hace uno que vivimos fuera de Bilbao, el mismo tiempo que hace que no le veo en cada esquina tocando el acordeón.
Hasta hoy. En la misma calle en la que vivo ahora, en una acera, frente a un supermercado estaba él tocando el acordeón. Con su gorra azul marino y su tarrina vacía de margarina. Mientras la lluvia le calaba los huesos, el amargo sonido de su acordeón inundaba la calle.
He vuelto a bajar la vista al pasar a su lado

jueves, enero 22, 2009

La vie en rose...



Sin lugar a dudas, Ella, es lo mejor que me ha sucedido en la vida.
También lo más absorbente.
He vagado muchos días por este blog intentando retomarlo, quitarle las telarañas.
Me daba pena verlo vacío, aún con el eco de pasos y voces, muchas de ellas conocidas.
Pero, hasta ahora, nunca encontraba ese momento de sentarme frente a la pantalla.
He paseado por otros sitios en la red durante estos meses, pero este lugar es mío, aquel que un día fue mi casa.
El lugar al que siempre volver.
Aunque me vuelva a marchar.
La vida está llena de despedidas y de reencuentros.
Hoy vuelvo.
Soy la misma, aunque nunca volveré a ser la misma.
Soy más generosa.
Soy mejor persona.
Y soy más feliz.
Ahora me queda encontrar a aquellos que un día fuistéis mis amigos