No hay fiestas en Euskadi que se precien sin sus txosnas, los katxis de kalimotxo, el bocata de chorizo a la sidra o de tortilla de patatas. Si alguien no las conoce, tenga la edad que se tenga, recomiendo una noche de txosnas en las fiestas de cualquier lugar de Euskadi. Es una cura de humildad. El vino es malo, malísimo. Por eso se mezcla con coca-cola. Servido en vaso de cartón o de plástico, en el mejor de los casos, al principio sabe raro. Al tercer kalimotxo está todo riquísimo. El ambiente es el que embruja. Y por eso lo he recomendado. En las txosnas, la gente es maja, divertida, alegre, risueña, cantarina. Es el embrujo. Esa misma gente en un pub o en un bar es diferente. Todos. El embrujo influye por igual en gente autóctona, limítrofe, austral, del norte, del extrarradio o extranjera. Por eso, cuando se conocen las fiestas (en su esencia), la gente vuelve. Año tras año.
Esta noche nos vamos de txosnas!. A nuestro amigo Txopi-man lo tenemos de txosnero en las fiestas de Leioa y la cuadrilla vamos a darle un poco de trabajo.
Nos ha prometido unas sardinas asadas...
La verdadera historia del Kalimotxo:
El nacimiento y bautizo de este mítico brebaje verbenero se fraguó en una situación desesperada en las fiestas del Puerto Viejo de Algorta, en 1972. Todo ocurrió un 12 de agosto. Por aquel entonces, Agustín Martínez, presidente del Getxo Artea de Rugby; Jon Elorriaga, miembro del Instituto Labayru; y Martín Múgica, ejecutivo de PricewaterhouseCoopers, vivían pendientes de otro tipo de organizaciones: las de las fiestas.
Su cuadrilla Antzarrak se encargó de los preparativos. Apenas tenían 17 años, pero comprobaron que las cosas no siempre salen como se planifican. Con la txosna que montaron en los bajos del 'Etxetxu', debían sufragar la mayor parte de los festejos. Confiaban en el buen beber de los txikiteros. Compraron 2.000 litros de cosechero de La Rioja a un vinatero local, a 16,50 pesetas la botella.
Un mal trago, porque, al mediodía, al servir los primeros potes notaron cómo los clientes fruncían el ceño. «Vimos que casi no los bebían. Pagaban y se iban», explica 'Tintxu' Martínez. Sin embargo, otros txikiteros no se anduvieron con rodeos: «¿Cojones! Esto no se puede beber, ¿qué coño de vino habéis traído aquí?» o «¿Me queréis envenenar? ¿Este está picado!».Un vino picado.
Aquel vino solo, no. Al descorchar varias botellas, los de Antzarrak comprobaron que todo el caldo estaba malo. «¿Qué acojono! Éramos unos críos, pero tomamos conciencia del desastre financiero que se nos avecinaba. ¿Estábamos jodidos!», recuerda, entre risas, Múgica.
Pero, en lugar de darles la espalda, los chavales encontraron la «complicidad» de los txikiteros. Les sugirieron que mezclaran el vino picado con otras bebidas para que no se notara el mal sabor. «Nos dijeron que, si creábamos un nombre de fantasía y lográbamos que no se conociera la composición, podíamos vender todas las existencias y así salvar la fiestas».
Prepararon mezclas con refrescos de limón y naranja, cerveza, «y hasta con 'Karpy'», apunta Tintxu. Después de mucho debatir dieron con la fórmula mágica: combinarían el cosechero con Coca-Cola y lo enfriarían para disimular el sabor. Nada nuevo. Por entonces, en los bares de postín de Bilbao ya corría el 'Rioja libre', una bebida minoritaria «sólo de señoritos, particularmente, de agentes de cambio y bolsa», dice Elorriaga.
El siguiente paso era crear un nombre fascinante. «Nos pasamos más de dos horas diciendo bobadas», confiesa Múgica, «sin encontrar ninguna palabra impactante». Apoyados sobre la barra de la txosna, «soltábamos las típicas chorradas que nos venían a la cabeza: 'Por tu vino', 'por tu vaina', 'tía buena'...». Hasta que llegó el mágico momento -«las cinco de la tarde»- y apareció un tío de la cuadrilla de Erandio, al que casi todo el mundo llamaba por su apodo: 'Kalimero'. El chaval no era, precisamente, muy agraciado. «Alguien al verle gritó: '¿Joder, qué feo eres 'Kalimero!'», afirma Martín. «También faltaba 'Mortxongo', otro tipo de la cuadrilla.
Alguien dijo que en euskera feo era 'Motxo', lo que negaron otros. Lo cierto es que Kalimero se sumó a la fiesta y cantó: '¡Motxo, Motxo'!» Y entre 'Kalimero' y 'Motxo' surgió de casualidad kalimotxo». Así que ya no hubo más de lo que hablar y sí servir aquellos 4.000 litros. Antzarrak colocó en su txosna el cartel «Kalimotxo. Mezcla secreta». Como el refresco más famoso del mundo, el kalimotxo triunfó aquella noche y la siguiente y salvó unas fiestas que amenazaban con 'picarse' sin que nadie supiera lo que se llevaba a la boca.