jueves, julio 05, 2007

Cuando el amor tiene pata...

Hay un refrán que dice "(...) mejor un cerdo que da jamones".
Yo no voy a llegar a tanto, pero si hay que pedirse un cerdo, yo me lo pido con nombre. Un Joselito.
Los jamones Joselito los anuncian como los mejores del mundo, y no son de Bilbao.
Yo no sé si serán los mejores del mundo, tampoco sé si en el resto del mundo compiten por tener el mejor jamón. Pero, soy afortunada de vivir en el país del cerdo y del jamón. Y feliz de haber conocido los jamones de Joselito.
Ayer, a la tarde, en un bar del Casco Viejo en el que la decoración de la barra consiste en jamones colgados de sus patas, vi a una pareja de alemanes extasiados ante un plato. En el plato había dos pintxos: uno de bacalao al pil-pil y otro de jamón. Y los compartieron.
Cada uno comió su mitad y le pasó la otra mitad al contrario.
Después de comer se miraron extasiados entre ellos.
Ay! el amor...

lunes, julio 02, 2007

En garde, prè, alé! ...


Cuando se crece leyendo a Paul Feval, Alejandro Dumas y a los hijos de ambos se hace difícil descubrir que no todas las afrentas se solucionan con guantes, capas y espadas. Que uno no recoge el guante de todo aquél que se atreva a lanzarlo a la cara y menos a batirse en duelo a la mínima de cambio.
Cuando uno lee de niño Los duelistas de Joseph Conrad se le antoja de lo más romántico duelarse durante cuarenta años de una misma vida con un único enemigo.
Más romántico si cabe después de ver la versión cinematográfica de Ridley Scott con Keith Carradine y un aniñado Harvey Keitel.
La idea romántica del duelo cobra vida en esos libros con código de honor de la infancia.
Esas noches amargas con claro de luna que siempre sirven de escenario a la ofrenta siempre dan paso a un alba húmedo, frío y con niebla donde se consuma la venganza .
Cuando uno se hace mayor descubre que la guardia de sexta no es tan académica ni tan francesa. Ni el golpe recto tan efectivo. Que una cuarta, contra de cuarta, finta, uno, dos puede ser igual de mortal si se ejecuta en tiempo.
Lo más difícil de aprender es a no coger ese guante, porque el mundo está lleno de personas que arrojan guantes cada día pero no disponemos de cuarenta años para duelarnos.