jueves, mayo 21, 2009

Primero la verdad que la paz...


“¡Oh mi Bilbao, mi Bilbao,
mi dulce pasado!, ¿no eres
tú acaso toda la eternidad de mi
porvenir?"
(Unamuno)
Al Rectorado, en la calle Libreros, se llega una vez encontrada la famosa y sospechosa rana en la fachada de la Universidad. Hay un timbre, que sólo se puede tocar cinco minutos antes de cada fracción de media hora. Se abre el enorme portón de madera y una señora, que bien podría ser la tía Tula, explica muy bajito las normas y las instrucciones. El portón se cierra de nuevo y reabre exactamente a y treinta o a en punto. Fuimos afortunados o madrugadores y la visita la hicimos sólo nosotros, con la tía Tula. Me quedaba pendiente ver su casa, la casa dónde vivió y, aunque murió en otra, dónde están sus cosas, sus pertenencias, sus libros, su cama de hierro. Aquella vieja maleta con la que un día salió de Bilbao a Madrid, para estudiar. Su toga de rector, su baraja de cartas. Sus pajaritas de papiroflexia. Su alma.
Tula, que la imagino también soltera, hablaba con devoción, admiración, vocación y emoción de él. Recitaba los nombres de sus nueve hijos, de su amada esposa. Esperaba paciente y callada a que avanzáramos en aquél lugar en el que hubiéramos pasado una semana si nos hubiesen dejado.
Su biblioteca con los libros que leía, en catorce idiomas, y los que le habían dedicado sus amigos. Primeras ediciones. Libros salvados tantas veces que se notaba, aún a través del cristal, el dolor en sus páginas amarillas. Fotografías de Él, de su familia, de Bilbao, del Cántabrico. Cómo no tener morriña en aquél pasillo, sobre esas escaleras o a través de esas ventanas.
Se me llenaban los ojos de lágrimas al oir a Tula. Esa pasión camuflada de profesionalidad la delataba a cada paso por aquella casa. No sé si fue fruto de nuestras confidencias sobre que antes vivíamos junto a la calle Ronda, dónde él nació, y sobre nuestros paseos por El Paseo de los Caños lleno de tilos. O fue fruto del tremendo poder que ejerce sobre los adultos nuestra tercer miembro de la familia, pero Tula nos enseñó la zona no incluída en la visita. La zona cerrada a los visitantes, que es dónde los estudiosos de Unamuno trabajan cada día. Menos personal e íntima que el Rectorado, era en su momento la verdadera casa, la que cobijaba la cocina, las habitaciones de los hijos. Ahora eran oficinas, con fotocopiadoras, libros, carpetas y mesas.
Nos despedimos de Tula, la media hora había pasado. Es amable. Quizás volvamos.
Al salir de la casa, un fogonazo de ese color ocre que tiene la piedra en Salamanca. Esa piedra que recuerda a Florencia o Siena, que hace parpadear y que, irremediablemente, hace añorar el mar...

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Has estado en una de las ciudades más bonitas que conozco, mi ciudad, y creeme que no es pasión

Camille dijo...

Sí que es bonita, sí. Me acordé de ti cuando comí lechazo ;)

matrioska_verde dijo...

Que paseo tan estupendo has disfrutado...

La Tía Tula... ese nombre siempre tendrá un significado especial para mí... fue el último libro que leyó Raquel, la amiga de mi hija que se murió... decía que quería adelantar lecturas para el año que viene (que nunca llegó), lo cogió de la estantería de mi sala de estar y lo leyó en un suspiro... luego comentarmos cuanto le había gustado y la sorpresa por ello...

biquiños,

MissManjolita dijo...

yo estuve tb un finde en salamanca... pero creo q me salte esa visita...

El último samurai bancario dijo...

La visita, no sólo a Salamanca sino a otras ciudades de Castilla y León, es algo que tengo pendiente y espero poder llevarla a cabo pronto.

Un paseo por tu blog es un instante para descubrir muchos lugares.

Sabes transmitir muy bien lo que vives.

Besos

Camille dijo...

Aldabra, jo, qué pena! así te conocí yo. Entre en tu blog y me encontré esas fotos de la mar tan brava y ese tremendo homenaje que le dedicaste. No sabía quién era Raquel...
Un beso.

Missman...bueno, igual hiciste visitas más interesantes, seguro! ;)

Samurai,
gracias majo. Tengo que ponerme al día con tu blog, pero es que eres tan fructífero y yo tan vaaagaaaa

Kelo dijo...

Me alegro de leerte otra vez. Gracias por llevarnos de viaje. El texto es una delicia.

El último samurai bancario dijo...

Pues lo cierto es que ya te echaba de menos en los comentarios.

Pensé que te habías aburrido de la narración.

Besos

Camille dijo...

Kelo, ponte a escribir el final de Eric que me tienes de los nerviosssssssss

Samurai, guapo, ya te he contado en tu blog...
Besos

Rubén dijo...

Magnífico texto sobre un personaje íntegro, un hombre que ante todo quería opinar y pensar por sí mismo, sin que ningún primo (ni PRIMO) le pudiese acallar.
Un vasco que prefirió morirse antes que contemplar los tres años de horrores que se avecinaban.
Besos.
Por cierto, también me encanta tu blog.

Pedro M. Martínez dijo...

Tienes tiempo para todo.

Camille dijo...

vazquez74,
Unamuno es un personaje que me atrae muchísimo. Siempre he pensado cómo hubiera sido todo si la cátedra en Bilbao la hubiera sacado él en lugar de Sabino Arana. Me duele que aquí nunca se le haya valorado. Aunque me hace feliz saber que en Salamanca le quisieron tanto, a pesar de esa morriña....

Pedro,
Poco tiempo pero bien aprovechado ;)

Raúl dijo...

Cómo fluye tu contar...
Se te echó de menos.

Camille dijo...

Gracias, Raúl
Me disperso mucho...