lunes, mayo 21, 2007

Titanio, acero y naturaleza muerta ...


Entre bruma, sirimiri, humedad y algún que otro relámpago, el Guggenheim abrió sus puertas puntualmente a las diez de la noche este sábado diecinueve de mayo para celebrar La noche de los museos.
Esa noche, la oferta cultural en Bilbao era amplia, The Who en el BEC, el Athletic se jugaba la vida en San Mamés y un Dj de Ibiza ponía música en Le Club, así que fuimos tan afortunados de disfrutar de una noche en el Guggenheim con muy poquitas personas. La música a cargo del Dj Mauri y Miss le Bomb, una alemana menos exhuberante de lo que uno imagina con ese nombre artístico.
Los Tulipanes de Jeff Koons, el papá de Puppy, instalados en la terraza, son la nueva adquisición como obra permanente del museo. Estrátegicamente situados y mirando a la ría, iluminan con su acero de alegres y brillantes colores un paisaje totalmente monocromático.

Nos enamoramos de la obra de Anselm Kiefer, un alemán afincado en Barjak, una pequeña villa de Francia, cerca de Avignon, en una antigua fábrica de gusanos de seda. Nos llamó mucho la atención este dato porque al ver la obra tan inmensa en el Atrio imaginábamos que debía de pintar en algún tipo de nave industrial porque estaba hecho de un sólo lienzo y no de retazos. Pero al saber que era una antigua fábrica de seda y ver las fotos aún nos maravilló más la personalidad de este artista. También vimos una entrevista que le habían hecho y nos pareció gravemente carismático y exquisitamente neurótico. Contaba que cada persona está dotada de un aura celestial, que las grandes batallas navales ocurren cada 317 años...
Un centenar de obras de los últimos diez años están expuestas en diferentes salas hasta el 3 de septiembre. En el tremendo atrio del museo una tremenda obra hecha expresamente para él. Monumental. Trágica. Impactante.
“Mis obras son muy frágiles y no tan sólo en el sentido literal. Si las colocas juntas en las circunstancias equivocadas, pueden perder completamente su poder”

La exposición, comisariada por Germano Celant, Curator Senior de Arte Contemporáneo del Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York, presenta obras pertenecientes a colecciones públicas y privadas, a la Colección del Museo Guggenheim Bilbao y a los fondos del propio artista. Esta muestra conjuga el poder emocional de las creaciones de Kiefer con el edificio de Frank Gehry, logrando que el espectador se sumerja en un espacio creativo, donde los grandiosos trabajos de este artista brillan con luz propia. Una de las particularidades es un desolado paisaje de invierno de escala monumental, creado especialmente para el Atrio del Museo, cuya verticalidad —15 metros de altura— interactúa con el singular espacio creado por Frank Gehry.
Anselm Kiefer nació en 1945 en Donaueschingen, al sur de Alemania. Reconocido internacionalmente como uno de los más importantes creadores de nuestro tiempo, su producción se inicia a finales de los años sesenta, cuando decide abandonar los estudios de derecho para dedicarse a su verdadera vocación, el arte, en el año 1966. Su producción de los años setenta y ochenta gira en torno a la mitología, la historia, la religión y la simbología alemana, temas que el artista investiga profundamente y que utiliza de forma recurrente en sus obras como medio para evitar el proceso de amnesia colectiva ante las brutalidades y tragedias históricas de una Alemania desmembrada por la Segunda Guerra Mundial y en plena lucha por la restitución de su identidad como país.
De esta forma, la cábala, los nibelungos, Adolf Hitler, el músico Richard Wagner o el arquitecto del nazismo, Albert Speer, son referencias comunes en su obra de este periodo que ha sido considerada un auténtico “teatro de la memoria”. Sus trabajos, en los que se fusionan la pintura, la escultura o la fotografía, mediante técnicas como el collage y el asamblage, subrayan la solemnidad y la naturaleza trascendente de su contenido no sólo por sus cualidades táctiles, sino por la violencia de su pincelada y la opacidad que transmite una paleta de colores casi monocroma, mezclada con materiales poco ortodoxos y endebles como plomo, alambre, paja, yeso, barro, ceniza o polvo, o flores y plantas reales, en contraste con la transparencia de su significado. A comienzos de los años noventa, Kiefer, tras una serie de viajes por el mundo, comienza a explorar temas más universales, todavía basados en la religión, los simbolismos ocultos, los mitos y la historia, pero centrándose ahora más en el destino global del arte y de la cultura, así como en la espiritualidad y los mecanismos y misterios de la mente humana.
La muestra que presenta el Museo Guggenheim Bilbao está organizada temáticamente tomando como base, además de las religiones y la mística, la filosofía, la ciencia, la naturaleza o la alquimia, sus referencias literarias y poéticas, desde la filosofía de Martin Heidegger (1889–1976) y Friedrich Nietzsche (1844–1900) y los escritos de Paul Celan (1920–1970), Jean Genet (1910–1986) o Ingeborg Bachmann (1926–1973), hasta la música de Richard Wagner (1813–1883), figuras a través de las que cuestiona y aborda aspectos fundamentales de la experiencia y condición humana. La selección de obras realizada resalta especialmente las intervenciones monumentales de Kiefer, es decir, aquellas obras que el artista concibió para lugares concretos cargados de referencias históricas, religiosas o culturales, entre las que se encuentra su propio estudio en Barjac, estableciendo una fuerte interacción con la arquitectura.

8 comentarios:

manuel allue dijo...

Kiefer, aunque a algunos españoles les de vergüenza decirlo, es uno de los mejores pintores del mundo. Me alegro mucho de que os haya gustado. Kiefer bien vale un viaje -romántico, un poco apocalíptico, si quieres- a tu ciudad.

Abrazos.

Carmen dijo...

Camile, en la entrada del museo aun sigue el perrito decorado de flores? Solo por la mascota ya vale la pena volver!

Carmen dijo...

... ahora me he acordado, el perrito se llama Puppy! Dale un beso de mi parte!

Camille dijo...

Verguenza? sí? Pues que tontos

A mi me gustó lo versátil que es. Pintura, escultura, literatura. Decía que él nunca había tenido claro si quería ser pintor o escritor pero que tuvo que decidirse por algo.
Utiliza mucha naturaleza muerta: troncos, ramas, arena, semillas, tierra y cuando le preguntaron qué pasaría con esas obras al cabo de los años contestó: "Se pudrirán. Como tiene que ser. Ningún artista debe pensar que su obra es inmortal"
Uff me encanta!!.
La verdad es que para mi ha sido todo un descubrimiento.
Genial!

Sí, anímate y veniros un finde a ver el museo. Seguro que disfrutariais mucho (todos vosotros ;) )


Carmen ja ja ja Puppy síiiiiii, si lo he escrito !! no me lees? que el papá de Puppy tiene una nueva obra en el Guggen. A Puppy lo cuidan mejor que a nada, cada temporada le cambian las flores y cada día está más guapo. Eso sí, no llego a darle un beso ja ja

Anónimo dijo...

Como que Puppy es una de las estrellas del Guggenheim!

Hace tiempo que no me paso por el Guggenheim, me refiero a que no entro al edificio. Tengo ganas de ir, que no se me pase la primavera.

Carmen dijo...

jajaja cuando he leído lo de Puppy no he caído que era el perro, ha sido luego que me he acordado, que burrraaaaa déjame, estoy un poco estresada y espesa últimamente!!!!

Pedro M. Martínez dijo...

La primera vez que vi una obra de Kieffer fue en el Guggen hace 10 años (ya). Me impactó aquella sala magnífica con sus impresionantes murales.
El año pasado vi otra exposición suya en Berlín. Prácticamente era un monográfico Kiefer. Impresionante.
Y esta de Bilbao, la de ahora, me la he visto de arriba a bajo y de izquierda a derecha. Un lujo, un placer, un milagro tener este museo en Bilbao (tanto ha cambiado nuestra mirada y la de otros).
Saludos desde aquí al lado.

Carmen dijo...

Camille, te he dejado un recadito en mi blog... lo siento no he podido resistirme!
Besos